La vida es de ida… y vuelta

Juegos de Guerra

Si me ofrecieran beber agua de la fuente de la vida eterna creo que no haría ni gárgaras. No me puedo imaginar lo que supondría vivir una y otra vez cosas que solo serían nuevas para los demás si ya me toca sufrir el aburrimiento de experimentar esa sensación ahora. Espero que los budistas se equivoquen en algo y no exista la reencarnación. Si es que ya ni poniéndose en el supuesto de vivir el equivalente a dos vidas. Desaparece toda la gente con la que compartes la primera y ves a los de la segunda poniendo caras ante las mismas cosas. Y si cierras los ojos casi puedes ver a fulanito, que en paz descanse, cuando le ocurrió a él. La historia se repite y solo cambian los actores. Y la trama además tiene poquitas variaciones.

Hoy me han contado algo que me temo -para otros- que dará lugar a algo a lo que ya he asistido anteriormente. Tengo la sensación de que vuelven a echar Atrapado en el tiempo pero cambiando a Bill Murray por otro actor. Y el caso es que el pobre podría saltarse el mal trago si tan solo entendiera que, aunque para él resulte nueva, la situación ya se ha dado anteriormente. Tan sencillo como eso:

«conozco lo ocurrido y simplemente hago algo distinto para tener, no un guion original, que sé que no existe, pero si el guion bueno entre todos los demás, que eso si es posible»

Es una de las cosas que todo aquel que he conocido que es bueno en estrategia sabe. Ya sea de manera intuitiva o más formal. Ya que hoy las metáforas van de películas de cine, actuar conforme a lo que dice el computador en las escenas del final de Juegos de Guerra:

«Extraño juego. El único movimiento para ganar es no jugar.»

El otro día escribía sobre ello. Y es que es otra de las razones por las que Ken Morse menciona que si eres joven te rodees por personas que tengan más experiencia. Para que puedas salvarte de meter la pata cometiendo sus mismos errores. Esa es la cultura que ha situado a Estados Unidos donde se encuentra y su reverso la razón por la que aquí nos cuesta avanzar un palmo del sitio en donde estamos. Aquí cada persona empieza de cero. Sin bagaje ajeno del que tirar. Y aprende pronto además qué conlleva fallar. El estigma que supone. Así que todos nos esforzamos por esconder los errores impidiendo que nadie pueda aprender de ellos. Digno del que asó la manteca.

En fin. Yo por mi parte ya he cogido el bol de palomitas. No hay mucho más que pensar.

Francamente, querida, me importa un bledo

«Quién me lo iba a decir. Y mira que si hago memoria es una de las cosas que siempre he llevado peor. Esa sensación de no saber que poder hacer para evitar que llores y que termina las más de las veces en un enfado de la rabia que me da esa impotencia. Si toca que estés disgustada, tranquila. Hártate de llorar. Si es que además es lo que tienes que hacer. Si solo estás frustrada, la verdad es que lo mismo. Pero igual me preguntas y te respondo utilizando la frase de Rhett. No siento que deba hacer nada al respecto. Y me parece muy sano. Así que tú misma.»

Hoy a las siete y media. Tratando de que Marina se comiera una francesa. A la pobre le ha tocado hoy lo de ella «y lo de su prima». Porque esto es una de las cosas más importantes que aprendí antes de llegar a los cuarenta.

Dos cosas que te viene bien saber si piensas emprender

Ken Morse

La semana pasada estuvo en Oviedo Ken Morse. Había visto en el periódico unos días antes de su visita un anuncio anticipándola junto con el día y la hora de la conferencia y, aunque recuerdo vagamente que me llamó la atención, por lo visto se me debió olvidar en seguida, porque no hice ni amago de ir. También es cierto que no tenía ni idea de quién es.

Ahora tampoco es que esté mucho más al tanto de su biografía, pero he visto las fotos del evento y el artículo que se publicó al día siguiente explicando los mensajes principales que transmitió y pensé que no estaría de más hablar sobre alguno de ellos.

«Tener clientes y vender es mucho más importante que la tecnología»

Cierto. Aunque resulta un poquito sobrecogedor que deba venir alguien del MIT para explicárnoslo. Si creo, de todas maneras, que las dice no tanto por venir de allí, sino porque tiene una edad. Aunque igual me equivoco y lleva diciéndolo toda su vida. Vale que de alguna manera, si la consideras tan importante en tu negocio, quizás te merezca la pena –cuidado con el ego- tangibilizar una imagen de marca que el cliente asocie con la tecnología. Pero, como me contaba que decía el padre de una chica que estuvo de prácticas un tiempo conmigo, “Yo no me engaño”. En función de lo que se trate, da igual que tropieces con gente de veinte o de sesenta. Si tratas de educarles en el uso de tecnología y no consigues vendérsela, salvo que estés en ese proceso de tangibilizar ante ellos esa imagen, no insistas. Si quieres que sean clientes tuyos no los obligues a cambiar. Cambia tú. En todo el sitio web de la empresa no menciono ni una sola vez por su nombre una solución tecnológica de las que usamos. De hecho nos definimos como una firma de base tecnológica, pero nada más. Y no será por tecnología: motores de bases de datos, herramientas de exploración OLAP, de reporting, de ETL, etc. Pero que las tengamos y que nos aseguremos de que cada persona que nos conoce sepa que si quisiera las podría tener al alcance, no quiere decir que no entendamos que en muchos casos prefiera en su lugar una solución distinta: una presentación con los datos en lugar de atacar personalmente los almacenes con la información. Y funciona.

«Los cuarenta años es la edad ideal para emprender; los más jóvenes deben buscar el apoyo de gente con canas o calva»

De dónde sacará la gente que para emprender debes tener menos de treinta años. Lo que conseguirás empezando con veinte es sin duda una experiencia inestimable… precisamente por la falta de experiencia. Y no: si tienes un trabajo por cuenta ajena que no te permita conocer cosas tampoco pienses que aun así adquirirás la experiencia que necesitas para hacerlo. El mix ideal para el éxito resulta de conocimientos suficientes sobre el asunto en el que deseas emprender y experiencia concreta en hacerlo. Si eres mayor y no tienes ninguna de las dos, pues es lo mismo que si tienes veinte años. Lo único que con esa otra edad quizás no te sea tan complicado reinventarte –esto variará con la persona, no con la edad-. Si tienes veinte y poca experiencia, sigue el consejo de Ken. Y si tienes el doble y poca experiencia emprendedora, sé al menos consciente de que debido a ello cometerás errores. En mi caso está vez es la segunda. La otra la cambié gracias a dios de rumbo muy pronto para trabajar algún tiempo más por cuenta ajena. He hice bien. Ahora que rondo los cuarenta empiezo a estar en condiciones de moverme con cierta seguridad en esto. Que le vamos a hacer. No es cosa de aquí. Este hombre y su consejo vienen del otro lado del océano. Hazle caso también.

Os dejo el enlace al artículo del periódico en que se citan cosas suyas que merece la pena leer sobre una cosa y la otra: http://www.lne.es/economia/2013/11/01/ken-morse-mit-clientes-vender/1492646.html

Up in the Air

Hoy he estado por la tarde con alguien que hacía tiempo que no veía. Es la primera «ella» de esta entrada. En un sentido, que sigamos manteniendo relación como de algún modo también la tengo con más personas de aquella etapa supone un cambio con respecto a lo que solía ¿hacer? ¿sucederme? anteriormente. No sé si habéis visto la película. En ella George Clooney da una serie de conferencias en las que utiliza una metáfora que lo describe bastante bien:

¿Cuánto pesan sus vidas? Imaginen por un segundo que llevan una mochila. Quiero que la llenen con todas las cosas que hay en su vida. Empiecen con las cosas pequeñas, las cosas de los estantes, cajones… Luego las cosas más grandes. Ropa, electrodomésticos, lámpara, televisor de plasma… La mochila comienza a pesar. Sofá, coche, casa… Quiero que lo metan todo en la mochila. Ahora quiero que la llenen con gente. Empiecen por con conocidos casuales, amigos de amigos, gente de la oficina, y luego pasen lentamente a la gente a quienes confían sus más íntimos secretos, hermanos, hermanas, hijos, padres y finalmente esposo, esposa, novio o novia. Métanlos todos en la mochila. Sienten el peso de esta mochila. No se equivoquen, las relaciones son el mayor peso de su vida. Ahora intenten andar. Notarán como el peso nos impide andar deprisa. Mientras más lento nos movemos, más rápido morimos. No se equivoquen, moverse es vivir.

Pues digamos que actuaba de manera coherente con lo que se puede esperar de alguien que también piensa así. Creo que a era a Belén a la que le decía o me decía ella –ya no consigo recordarlo- que era un asocial perfectamente integrado. Siempre he dicho que no es que la gente me guste especialmente, la verdad, pero nunca he tenido demasiada dificultad para trabar relación con otras personas… o mejor dicho, para descubrirme pensando un buen día que la había trabado aunque me dijese que no lo iba a hacer. Así que si coges un poquito de eso y lo mezclas con cierta fobia al compromiso obtienes como resultado el que agradeciese de tanto en tanto vaciar mi mochila aunque volviese a llenarla después. Ahora, sin embargo, no me ocurre. Como todo, verlo de una manera o de otra se que depende solamente de mi y, será por algo bueno, pues resulta que ya no lo veo así. Por un lado está bien porque supone haber roto un patrón bastante arraigado y eso no suele ser nunca para caer en otro peor. Pero es que además supone también poder disfrutar de algo que por lo visto puede que me haya perdido en algunos casos. Eso que viene después, a continuación del momento en que todo había terminado. Un tiempo en el que además podemos cambiar lo que queramos para poder ser otra cosa distinta, pero con esas mismas personas. Porque cambian tantas cosas que resulta posible que podamos hacerlo sin que nadie se moleste por ello.

Todavía me cuesta ir a verte

Amado en alguna navidad

Hoy mis padres se han ido a misa esperando que apareciese y, como siempre, me la he saltado. De todas maneras tenía pensado acercarme al cementerio dando un paseo después comer. Cuando me preparaba primero se ha apuntado Marina -la mediana- y antes de que me diera cuenta ya se estaban poniendo el chubasquero los otros dos: Carla, la mayor, y Pelayo, el más pequeño. Al final se ha apuntado hasta mi padre. Y ahí nos ves, en fila india por la carretera desde el pueblo. Hemos contado pasos, recogido castañas solitarias y visto peces desde el puente. Sabía que Pelayo no había conocido a Amado, el padre de mi padre. Pero creía que Marina sí. Me ha dicho ella que no, que no había nacido cuando él murió. Eso fue como en enero o febrero de 2008. La verdad es que podía haberlo mirado. Pelayo ha empezado a preguntarle a mi padre si llevaba el bastón para dárselo. Sabe que aunque ahora lo utilice mi padre era de él. Le hemos dicho que no lo necesita donde está. Y entonces ha dicho que si no tiene bastón no podrá caminar en el cielo. Como mi padre y yo tenemos bastante olvidado eso de rezar les hemos preguntado a ellos quien sabía y se ha ofrecido la mayor. Esos seis añitos tenían que notarse. Ha optado por la salve. Les hemos enseñado los nichos con los nombres de mi abuela, Felisa, de él y el de una tía de mi padre que está entre los dos. Se han portado bien. Echo mucho de menos a mi abuelo. Pasé más tiempo con él que con ninguno de los otros. El año que murió me ocurrieron muchas cosas. Esas cosas que solo ocurren a partir de algo así. De algo importante. Todas buenas, aunque al principio sea jodidamente duro darse cuenta. Todavía las paso putas cuando voy a verte.