Esta semana ha sido un poco irregular en cuanto a publicación y calidad de lo que habéis leído porque he llegado a cada entrada con la lengua afuera. Voy a ocuparme de representar a un cliente en tomas de contacto y antes de comenzar quería tener listas unas cosas. Como no voy a publicar nada con fecha anterior a la de hoy, al menos he arreglado la entrada del miércoles para que diga lo que realmente debería haber dicho cuando la escribía. Era muy tarde y aunque no me gustaba como sonaba al leerla, era lo más que daba de mi. Aun con todo ese lío, he conseguido hacer hueco para seguir bajando a mitad de mañana a tomar un café y leer el periódico. Siempre voy al mismo sitio: está al lado de donde vivo, tiene una decoración agradable para no ser una cafetería y tres periódicos -ejem, cuatro si contamos con el de deportes… el único que no leo-. Ayer, cuando lo hacía, me llamó alguien que fue mi jefe para ver que tal estaba… y con esa llamada me salvó.
Si hago memoria, supongo que en el pasado he hecho muchas cosas por personas que por otro lado no tenía especial interés en hacer. Muchas veces, aunque no me creáis -y no, no estoy esquivando la dificultad que tenía para decir «no» ni nada parecido-, era simplemente porque me imaginaba a quien tenía enfrente poniéndose a ello sin saber y me sabía mal mirar para otro lado. Porque yo si sabía. En ese camino me he encontrado de todo:
- Personas que ni sabían ni parecía que pudieran saber nunca por ganas que le pusieran
- Personas que aprovechan la oportunidad de no saber y tenerte delante para afianzarse en un rol victimista
- Personas que en un sentido no dejan de ser muy listas: tienen tanto interés como tu en hacerlo personalmente así que tu disposición para hacer lo que sea en su lugar les viene como anillo al dedo… y si no lo haces, ya aparecerá otro. Tienen paciencia para esperar. Incluso si no aparece nadie por delante pueden llegar a salir a buscarlo.
- Etc.
Y que puedes clasificar en cierta manera atendiendo a si dan lugar a una dinámica o no. Esa en la que tu, si te dejas, haces mientras que ellas tienen su propio papel en el no hacer. Pues mi antiguo jefe, cuando me llamó, impidió con ello el abordaje de una persona de uno de los grupos que creo que se acercaba para perpetrar lo que corresponde a su inclinación. Veréis: en julio de este año falleció el último de mis abuelos, Bernardino. Supongo que ya os hablaré de él y del resto de mi familia. La señora en cuestión lo conocía porque iba a ese sitio con mi otro abuelo antes de que él también muriese. Bernardino estaba ingresado desde poco después en una residencia y me preguntaba de vez en cuando por él, lo que supone un detalle. Pues hará como cosa de un mes, muy educadamente, me preguntó si me molestaría que me hiciese una pregunta y por supuesto le dije que claro que no. Os confieso que durante un instante tuve la esperanza de que fuera mi número de teléfono y para dárselo al bellezón rubio que tiene por hija. Pero no. Era para saber si yo tenía idea acerca de lo que costaba la residencia porque tiene que buscar una para un familiar. No estaba seguro, pero como mi madre -recién jubilada. Bravo por ti mama!!!- trabajó en asistencia domiciliaria para ancianos, algo del mundillo conozco, así que le dije más o menos lo que podría ser, otras distintas que creo que están muy bien y el lugar para enterarse… ¿qué creéis que ocurrió? Puede resultar absurdo pero contestó de esa manera vaga que a poco que te descuides hace que te sorprendas apenas un mes después empujando la silla de la señora para la que tiene que buscar la residencia preguntándote ¿cómo c*j*n*s he llegado yo hasta aquí?
Gracias, jefe. No es que ya me cueste tanto decir que no, pero sigo prefiriendo que la gente no se coloque en situación de oír como se lo digo. Esta, la segunda, se la has ahorrado tu a los dos.