En la entrada anterior publiqué, tal cual, un vídeo junto con su transcripción. En él se habla de cosas sobre sobre las que de una manera u otra también se hablará aquí. Ceder el protagonismo para que otro lo hiciese primero, me pareció un buen punto de partida para tener alguna legitimidad en esto sobre lo que quería poder escribir hoy. Ese «Cede el protagonismo», el viernes, iba dirigido a mi.
Si coincidiésemos algún un día y hablásemos, puede que en un determinado momento lo hiciésemos sobre nosotros y lo que haríamos en determinadas situaciones. El hecho fundamental es qué parte de aquello que nos estamos contando está siendo o ha sido puesto a prueba. Tenlo en cuenta porque en la empresa nos desenvolveremos igual.
Es frecuente, porque resulta sencillo, hablar u oír hablar de manera más o menos elocuente y virtuosa sobre algunas cosas. Declarar sobre ellas de manera que parezcan tan propias, tan ligadas a lo que somos y a nuestra forma de ser, que parece que sería imposible descubrirnos en contradicción con lo que estamos contando. En general, si ese es el caso, en ese momento hablamos o estamos oyendo hablar simplemente sobre una idea: nuestro yo ideal. O el de la empresa como reflejo de nosotros mismos. Cuando esto ocurra, por favor, trata de centrarte en los hechos y olvida las palabras. Sobre todo si no son las tuyas. No hay nada real en ellas. Ni sobre mi, ni sobre ti. Ni sobre la empresa. Son declaraciones de intenciones. Buenas quizá, pero intenciones al fin y al cabo. Los principios no pasan a serlo hasta el momento en que son puestos a prueba… y la superan.
Me costó ceder el protagonismo a Luzu. Tanto como me costará hacer otras cosas. Y sé que a ti también. No pasa nada, solo es así la primera vez.
Quizás aún tengas muchos principios. Quizás no te quede ninguno. En ambos casos, has vivido y ahora tienes esa experiencia. Lo importante es que no la pierdas de vista y que harás a continuación con ella.