No lo utilizo demasiado, pero como mucha gente, estoy en facebook y tengo la aplicación instalada en el teléfono. Los que no estáis, quizás no sepáis que una de las cosas que te muestra es un listado de personas que podrías conocer y que no pertenecen a tu red social. Esa lista va cambiando conforme facebook va aprendiendo cosas acerca de ti, de tus gustos, aficiones, de las personas con las que te relacionas, de las personas con las que se relacionan ellos y de sus propios gustos y aficiones. Pues hará un par de semanas apareció en ella alguien con quien coincidí brevemente en mis últimos meses en lo de las piedras de colores. Solo sabía de él desde entonces que ahora trabajaba en otra parte, así que le envié un mensaje para ver que tal estaba y me contestó casi de inmediato. Hablamos un rato de ello, de mi y de si sabía algo de algunas personas que conocemos en común. Está tarde, cuando corría, no se porqué -tendríais que ver la de cosas que se me pueden pasar por la cabeza haciendo eso- , me acordé de la conversación y, no exactamente por nada que dijese ninguno de los dos, sino por las cosas de las que estábamos hablando, empecé a tratar de hacer memoria sobre cuando me dí cuenta de que las cosas parecen tanto más perfectas cuando menos las conocemos. Y de cuando me dí cuenta de que pensar o decir eso, suponía realmente acariciar sin mancharse la verdadera realidad: cada uno nos hacemos una idea acerca de las cosas, y cuando esta cambia, probablemente lo haga porque empezamos a verlas como han sido todo el tiempo. Ni más, ni menos. No hay otro principio ni fin distinto para este asunto que tenga que ver con nadie que no sea nosotros mismos. No te pido que me creas, pero por lo menos, antes de quitarme la razón, trata de mirar fijamente la realidad. Seguro que verás los píxeles. Algo es algo.